El extraño placer de decirle ‘no’ al helado: lecciones estoicas sobre el autocontrol

Seguro que más de una vez has abierto la nevera, has visto ese helado que te guiña el ojo y te has dicho: “Bah, me lo merezco”. Y sí, por un ratito disfrutas como un niño. Pero, ¡zas!, minutos después aparece el famoso remordimiento: “¿Por qué me lo comí si estoy a dieta?”.

Aquí es donde los estoicos —esos filósofos de hace dos mil años que parecían tener todo fríamente calculado— entran en escena. Ellos dicen que el verdadero placer no está en lanzarte de cabeza al helado, sino en elegir no comerlo. Y ojo, no porque seas un mártir, sino porque esa sensación de autocontrol da un subidón muy distinto. Es como cuando cumples un reto personal o logras resistirte a algo que antes te dominaba: te sientes libre, fuerte, dueño de ti mismo.

Epicteto lo resumía de maravilla: cuando te privas de un placer inmediato, aparece otro placer, más sutil, pero también más duradero: el orgullo de haberte controlado. Y si además analizas los pros y los contras, como un economista del placer, te das cuenta de que a veces el “no” suma más felicidad que el “sí”.

Al final, lo que los estoicos nos enseñan no es a vivir amargados ni reprimidos, sino a disfrutar de un nivel superior: el placer de elegir conscientemente. Porque la verdadera libertad no es comer todo lo que quieres, sino tener la fuerza de decidir qué sí y qué no.

📚 Referencia

William B. Irvine, A Guide to the Good Life: The Ancient Art of Stoic Joy (2008).