La idea de que la consciencia no es necesaria para la conducta es un concepto intrigante que nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza de nuestra propia existencia como seres humanos. Es cierto que, al observar el reino animal, vemos ejemplos de comportamientos automatizados en criaturas como conejos, ratas y aves. Estos animales actúan por instinto, sin una consciencia aparente de sus acciones.
Sin embargo, cuando nos adentramos en el mundo de los seres humanos, la historia se complica. Somos criaturas únicas que poseen la capacidad de la consciencia. La conciencia, aunque difícil de definir completamente, nos permite ser conscientes de nuestros pensamientos y emociones. Esto, a su vez, nos brinda una mayor flexibilidad en nuestro comportamiento.
La clave para entender la importancia de la consciencia en la conducta radica en la capacidad de cambiar hábitos. Los hábitos, ya sean positivos o negativos, a menudo están arraigados en nuestra mente de manera automática. Pero la consciencia nos permite darnos cuenta de estos patrones y proyectarnos hacia un futuro imaginado en el que actuemos de manera diferente.
Esta capacidad de visualizar un comportamiento futuro y anticipar sus resultados nos brinda la oportunidad de cambiar. Por ejemplo, si somos conscientes de un hábito negativo que perjudica nuestra salud, como fumar, podemos imaginar un futuro en el que dejemos de fumar y disfrutemos de una vida más saludable. Esta visión del futuro actúa como un incentivo para cambiar nuestros hábitos.
Sin embargo, es importante señalar que esta parte flexible y consciente de nuestro cerebro tiene un costo energético. Requiere más recursos, como glucosa, en comparación con la automatización de comportamientos. Esto significa que ser consciente y cambiar hábitos puede ser agotador y requerir un esfuerzo continuo.
Para ir terminando, la consciencia es una facultad única que nos distingue como seres humanos. Aunque puede ser más energéticamente costosa que la automatización, nos brinda la capacidad de cambiar hábitos y adaptarnos a situaciones cambiantes. Es esta facultad consciente la que nos permite evolucionar y mejorar constantemente, lo que hace que la consciencia sea esencial para nuestra conducta y desarrollo como individuos.