Bueno, aquí vamos. Te apuesto lo que quieras a que has escuchado (o incluso dicho) esa broma de que, al final del día, todo lo que aprendiste en la uni se va a reducir a mandar correos y pelear con Excel. Sí, ese comentario sarcástico que ronda por Twitter, Facebook y hasta en los memes más recónditos de Instagram. Y aunque suene a exageración, tiene un fondo de verdad que a muchos nos cuesta admitir. La burocracia laboral está por las nubes, y parece que cada vez se valora menos el qué estudiaste y más el simple hecho de tener un título colgando en la pared.
Pero espera, no es tan sencillo como parece. Según el tal Hernández (y no, no hablo de tu vecino), estamos viviendo en la era de la “titulitis”, donde lo que importa es más el brillo del papel del diploma que las habilidades que realmente adquiriste. Esta idea se basa en la “teoría credencialista”, que dice que tu educación vale más por lo que representa socialmente que por lo que realmente aprendiste. Duro, ¿verdad?
Sin embargo, hay un giro en esta trama. Al parecer, estamos empezando a dejar atrás esa época de valorar los títulos por encima de todo. Galindo, otro de esos sabios contemporáneos, argumenta que los títulos universitarios están empezando a perder su chispa. Ahora lo que se busca son trabajadores adaptables, con habilidades blandas tipo saber trabajar en equipo o ser proactivo. Y aquí es donde la cosa se pone interesante: resulta que si vienes de una familia bien, sin ganas de estudiar, todavía puedes pillar esos trabajos top que el pobre mortal que se quemó las pestañas estudiando quizás nunca alcance.
Entonces, ¿qué estamos haciendo aquí? Parece que es hora de repensar todo este rollo educativo y laboral. No es solo sobre acumular títulos y diplomas, sino sobre desarrollar habilidades reales, esas que te hacen destacar en un mundo laboral que cambia más rápido que los memes en internet.