Vivimos en una época de constante estímulo, donde la información fluye a velocidades vertiginosas y la multitarea es la norma. Pero, ¿qué precio estamos pagando por esta hiperatención? El texto anterior nos lleva a reflexionar sobre cómo la atención profunda y contemplativa ha sido reemplazada gradualmente por la hiperatención en nuestra sociedad moderna y cómo esto afecta nuestra cultura y creatividad.
Walter Benjamin, con su metáfora del «aburrimiento profundo» como el «pájaro de sueño que incuba el huevo de la experiencia», nos invita a pensar en el valor de la tranquilidad mental en el proceso creativo. En un mundo donde rara vez nos permitimos aburrirnos, ¿qué espacio queda para la gestación de nuevas ideas? La hiperatención, caracterizada por el constante cambio de foco entre tareas y la búsqueda incesante de estimulación, parece estar desplazando al aburrimiento profundo que Benjamin elogia como cuna de la creatividad.
La cultura, incluyendo disciplinas como la filosofía, ha florecido en momentos de reflexión profunda y atención sostenida. Las grandes obras filosóficas, literarias y artísticas han surgido de mentes capaces de sumergirse en un estado de contemplación, de explorar las profundidades de la experiencia humana. Sin embargo, la hiperatención nos arrastra hacia la superficialidad, donde no hay lugar para el aburrimiento que da origen a la innovación.
La hiperatención no solo afecta nuestra creatividad, sino también nuestra capacidad para experimentar la relajación espiritual. Benjamin argumenta que el aburrimiento profundo es el punto máximo de la relajación espiritual, y su desaparición gradual nos priva de este estado de tranquilidad mental. La pura agitación de la hiperatención no nos permite encontrar ese momento de calma necesario para el desarrollo de nuevas ideas y perspectivas.
Entonces, ¿qué podemos hacer en esta era de hiperatención constante? Es importante reconocer la importancia del aburrimiento profundo en nuestra vida y en la creatividad. Debemos encontrar formas de desconectar de la hiperatención, cultivar momentos de tranquilidad mental y permitirnos aburrirnos de vez en cuando. Solo así podremos mantener viva la llama de la creatividad y preservar la profundidad en nuestra cultura en un mundo que tiende hacia la superficialidad.