¿Alguna vez te has preguntado por qué algunas personas sobresalen en su trabajo, mientras que otras parecen luchar constantemente? La respuesta puede estar en la forma en que se motiva a los empleados. En el mundo laboral, existen dos tipos principales de motivación: la motivación intrínseca y la motivación extrínseca. El texto anterior nos da una visión interesante de cómo estas dos formas de motivación pueden impactar en el desempeño de los trabajadores.
En primer lugar, hablemos de la motivación extrínseca. Esta es la forma de motivación que todos conocemos demasiado bien: las zanahorias y los palos. Es la promesa de recompensas o el temor a sanciones lo que impulsa a las personas a realizar su trabajo. Este enfoque puede funcionar bien en tareas rutinarias, donde las metas son claras y las reglas son estrictas. Por ejemplo, en un supermercado, los empleados pueden sentirse motivados por el bono que recibirán al alcanzar ciertos objetivos de ventas. Sin embargo, cuando el trabajo se vuelve más complejo o creativo, la motivación extrínseca puede volverse contraproducente.
Imagina a un artista que pinta cuadros. Si se le ofrece dinero como recompensa por cada cuadro que pinte, es posible que su creatividad se vea afectada. Puede que empiece a pintar solo por el dinero, en lugar de hacerlo por pasión o inspiración. Este tipo de motivación puede llevar a un comportamiento inmoral, como la falsificación de cuadros para obtener más dinero, y a una disminución en la calidad de su trabajo.
Entonces, ¿cuál es la alternativa? El texto nos presenta tres componentes clave para motivar a los empleados de una manera más efectiva: dominio, autonomía y propósito.
La maestría, o el dominio, implica que las personas no solo sigan las reglas, sino que sientan la necesidad de mejorar constantemente en lo que hacen. En lugar de ser simples cumplidores de tareas, están comprometidos con su trabajo y buscan la excelencia.
La autonomía es otro factor esencial. En lugar de ser gestionados de manera autoritaria, las personas necesitan la libertad de tomar decisiones y seguir su propia dirección. Esto fomenta la responsabilidad y la creatividad.
Finalmente, el propósito es fundamental. Cuando el trabajo tiene un significado y contribuye de manera socialmente relevante, las personas están más motivadas y comprometidas. No se trata solo de hacer tareas aleatorias, sino de sentir que están contribuyendo a algo más grande que ellos mismos.
En resumen, la motivación intrínseca basada en la maestría, la autonomía y el propósito parece ser la clave para lograr un alto rendimiento y un comportamiento ético en el trabajo. Si deseas que tu organización prospere, es hora de reconsiderar cómo motivas a tus empleados y adoptar un enfoque más profundo y significativo. ¡El cambio puede ser transformador!