¿Alguna vez te has detenido a pensar en lo que realmente motiva a las personas en sus acciones y decisiones diarias? Es fácil caer en la trampa de creer que somos seres totalmente transparentes, que nuestras intenciones son evidentes para aquellos que nos rodean. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y fascinante de lo que podríamos imaginar. Como dijo el famoso escritor y psicólogo social Erich Fromm: “La gente está mucho menos interesada en lo que tratas de mostrarle que en lo que tratas de esconder”.
Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos han estado ocultando partes de sí mismos: emociones, pensamientos, deseos, miedos. Y aunque nos esforcemos por mostrar una imagen específica al mundo, siempre hay una parte de nosotros que permanece en las sombras, oculta incluso para nosotros mismos.
¿Por qué hacemos esto? ¿Qué nos impulsa a esconder ciertas partes de nuestra identidad? Las respuestas pueden ser tan diversas como las personas mismas. Desde el deseo de proteger nuestra vulnerabilidad hasta el temor al rechazo o al juicio de los demás, nuestras motivaciones para ocultar aspectos de nosotros mismos son profundamente arraigadas en nuestra psique.
En este viaje de autoexploración, nos encontramos con un vasto territorio de motivaciones ocultas: desde los impulsos más oscuros y egoístas hasta los nobles deseos de proteger a quienes amamos. Y a medida que exploramos estas profundidades, nos enfrentamos a la verdad incómoda de que, a menudo, somos más complejos de lo que nos gustaría admitir.
Erich Fromm, en su obra clásica “El arte de amar”, nos ofrece una perspectiva única sobre esta complejidad humana. A través de su análisis de la naturaleza del amor y las relaciones humanas, Fromm nos invita a adentrarnos en las motivaciones más profundas que nos impulsan a amar y a ocultar partes de nosotros mismos en el proceso.
En última instancia, aceptar y comprender nuestras motivaciones ocultas es un paso crucial hacia la autenticidad y la conexión genuina con los demás. Al reconocer la complejidad de nuestra propia naturaleza, podemos comenzar a apreciar la complejidad de los demás y a construir relaciones basadas en la comprensión y el respeto mutuo.
En resumen, mientras nos esforzamos por mostrar al mundo una imagen específica de nosotros mismos, es importante recordar que son nuestras partes ocultas las que realmente nos definen. Y al abrazar esa complejidad, podemos embarcarnos en un viaje de autodescubrimiento y conexión humana verdadera.
Referencia bibliográfica:
Fromm, E. (1956). El arte de amar.