Vamos a hablar de una verdad que, aunque nos cueste admitir, mueve el mundo: no es la pura bondad lo que nos hace ayudarnos unos a otros, sino el interés propio. Sí, sé que suena un poco cínico, pero antes de que me tiréis los tomates, dejadme explicaros.
Imaginad un sábado cualquiera. Estáis en casa, con un hambre que os coméis hasta las plantas de adorno, y decidís que queréis pizza. ¿Creéis que el pizzero se pone a amasar la masa, cortar el pepperoni y rallar el queso pensando en lo mucho que os quiere? A ver, no digo que no sea un tío majo, pero la realidad es que está más motivado por el hecho de que vais a pagar por esa pizza.
Y aquí entra el juego lo que Adam Smith (sí, ese señor de los libros de economía que nunca quisisteis leer) llamó la “mano invisible”. No, no es un truco de magia, sino una forma muy elegante de decir que, aunque cada uno vaya a lo suyo, al final, como por arte de magia, acabamos beneficiándonos todos.
Os pongo otro ejemplo: el carnicero, el cervecero, y el panadero. Ninguno de ellos se levanta por la mañana pensando en cómo hacer vuestra vida más feliz. Sin embargo, el simple hecho de que quieran ganarse la vida, de que busquen su propio beneficio, hace que podáis disfrutar de una hamburguesa con cerveza y pan fresco. Y todo esto, sin que ellos sepan siquiera que existís.
¿Qué nos enseña esto? Que el egoísmo, hasta cierto punto, no es malo. Es más, es el motor que impulsa la sociedad, que nos hace intercambiar bienes, servicios, y favores. Es una danza delicada en la que cada uno busca su ritmo, pero al final, todos acabamos moviéndonos al unísono, creando una melodía que, aunque imperfecta, funciona.
Entonces, ¿deberíamos dejar de creer en la bondad humana? No exactamente. La idea no es convertirnos en unos materialistas sin corazón, sino entender que nuestras acciones, incluso las que parecen altruistas, suelen tener una motivación personal detrás. Y eso, lejos de ser algo negativo, es lo que nos permite llegar a acuerdos, avanzar como sociedad y, sí, asegurarnos de que hay alguien dispuesto a hacer esa pizza que tanto queremos.
Referencia:
Para aquellos que quieran profundizar más en estos temas, os recomiendo el libro “La riqueza de las naciones” de Adam Smith. Es un clásico que explora en profundidad estas ideas y que sigue siendo increíblemente relevante hoy en día. Aquí os dejo el enlace para que le echéis un vistazo: La riqueza de las naciones.
Este libro es un tesoro si queréis entender los engranajes que mueven la economía y, en última instancia, nuestras vidas diarias. No os asustéis por su espesor; dentro de esas páginas, encontraréis las ideas que han modelado el mundo moderno.