El mito de la ayuda occidental: Repensando las políticas para acabar con la pobreza global


¿Alguna vez te has preguntado por qué, a pesar de las numerosas iniciativas y ayudas de los países occidentales, la pobreza en el mundo en desarrollo sigue siendo un problema persistente? En este ensayo, exploraremos algunas ideas controvertidas sobre las políticas occidentales hacia las naciones pobres y cómo podrían estar contribuyendo a mantenerlas en la pobreza.

Es común escuchar a políticos, economistas y estrellas del pop en Occidente expresar su confianza en saber cómo resolver la pobreza en el mundo en desarrollo. Sin embargo, parece que gran parte de este pensamiento se basa en ideas falsas y estereotipos.

Una de las falacias populares entre los responsables políticos occidentales es que las causas de la pobreza en el mundo en desarrollo son principalmente estructurales. Argumentan que factores como un clima inhóspito, la falta de acceso al mar o terrenos difíciles son las principales causas de la pobreza. Pero, ¿realmente es así? Si fuera el caso, ¿cómo se explica el éxito económico de países montañosos sin litoral como Austria y Suiza?

Otra teoría errónea occidental es que los países en desarrollo carecen del espíritu empresarial dinámico del mundo desarrollado. Sin embargo, esto no es cierto en absoluto. Los trabajadores por cuenta propia en los países en desarrollo representan entre el 30 y el 50 por ciento de la fuerza laboral, mientras que en los países desarrollados solo constituyen el diez por ciento. Esto sugiere que los países no occidentales tienen un espíritu emprendedor vibrante.

Entonces, ¿por qué las naciones en desarrollo siguen siendo pobres? Aquí es donde la perspectiva cambia. Resulta que las políticas de libre mercado occidentales impuestas al mundo en desarrollo podrían ser una de las principales razones de su pobreza.

En las décadas de 1960 y 1970, los países del África subsahariana estaban experimentando un crecimiento económico decente. Esto se debió a que sus gobiernos protegían sus economías, subvencionaban las industrias nacionales y las protegían de la competencia extranjera. Sin embargo, tan pronto como los gobiernos occidentales los forzaron a abrir sus mercados en la década de 1980, sus economías nacionales comenzaron a tambalearse y fracasar.

La pregunta que debemos hacernos es si deberíamos permitir que las naciones en desarrollo sigan un camino similar al que siguió Occidente para enriquecerse. En el siglo XIX, los países occidentales protegían sus economías de la competencia extranjera. En los Estados Unidos, por ejemplo, se prohibió a los extranjeros convertirse en directores financieros, y los aranceles aduaneros sobre los bienes que ingresaban al país eran del 50 por ciento.

Entonces, ¿no sería mejor permitir que las naciones en desarrollo adopten políticas similares para proteger sus economías y fomentar su crecimiento? Quizás, al cuestionar nuestras suposiciones y reconsiderar nuestras políticas hacia el mundo en desarrollo, podamos encontrar formas más efectivas de ayudar a acabar con la pobreza global y promover un desarrollo sostenible.